Diagnóstico y tratamiento

 

La exploración del reflejo rojo con un oftalmoscopio es esencial para el diagnóstico de anomalías en la visión de los bebés, se denomina test de Bruckner, y debe formar parte de la revisión rutinaria de un bebé en las primeras semanas de vida. El reflejo debe ser simétrico en ambos ojos. Un reflejo débil, blanco o la asimetría de ambos reflejos, deben ser motivo de derivación a un oftalmólogo pediátrico para que el caso sea valorado.
Si la anomalía en el reflejo de uno o ambos ojos fuera consecuencia de una catarata congénita, el caso debe ser valorado para saber si la catarata debe operarse en las primeras semanas de vida, o meses, o debe permanecer en seguimiento para controlar la evolución.
En muchas ocasiones son los padres los que ven una mancha blanca en la zona de la pupila y acuden al pediatra.

Otras veces la baja visión de un ojo genera estrabismo o nistagmus (movimiento involuntario e incontrolable de los ojos), en ambos casos se debe acudir a un oftalmólogo pediátrico. Las cataratas deben ser operadas cuando afecten al desarrollo del sistema visual del niño, la cirugía debe realizarla un oftalmólogo pediátrico con experiencia en catarata infantil.
Durante la operación se extraerá el cristalino opacificado (facoaspiración) realizando capsulotomía posterior y vitrectomía anterior y dependiendo de la edad del niño y del caso concreto, el niño permanecerá afáquico (sin Lente Intraocular), o se le implantará LIO (Lente Intraocular). Actualmente en España los oftalmólogos pediátricos no aconsejan implantar LIO antes de los 6-7 meses de edad, entre los 7 y 12 meses se valoraría el caso y a partir de los 12 meses se implanta, a no ser que el caso no lo haga aconsejable en ese momento. La Lente Intraocular se puede implantar en una cirugía posterior si es necesario porque el niño no tolere las lentes externas, si así lo aconseja el médico. El momento de implantar la Lente Intraocular dependerá del criterio médico siempre considerando el caso de manera individualizada, actualmente la tendencia es esperar a la adolescencia, una vez la graduación es estable.
Después de la cirugía el niño deberá llevar una pauta de gotas de acuerdo con el criterio médico para evitar infecciones postoperatorias y se realizará una revisión al día siguiente de la cirugía, otra revisión una semana o dos después (aproximadamente) y una más al mes de operar. Los controles continuarán de manera periódica según el caso, durante toda la infancia.
La cirugía es el primer paso, pero no es suficiente. Cuando el ojo se ha recuperado de la cirugía comienza la rehabilitación visual, si no se ha implantado LIO, llega el momento de la adaptación de lentes de contacto pediátricas de alta graduación y buena oxigenación, por parte de un optometrista pediátrico. Actualmente la preferencia es lentes de contacto, blandas de hidrogel de silicona o silicona, o semirrígidas de gas permeable, pero si no fuese posible por algún motivo, la corrección sería con gafas para afaquia.

El ojo sin cristalino quedará con entre 14 y 20 dioptrías de hipermetropía en gafa, aunque pueden ser más. Para calcular las dioptrías en lentes de contacto se aplica una fórmula llamada distometría. Es habitual que a los bebés se añadan algunas dioptrías a su graduación para favorecer la visión cercana. Más adelante se irá adaptando una graduación de lejos y se prescribirá corrección de cerca en gafa progresiva, bifocal o monofocal.

Los unilaterales, y bilaterales en caso de dominancia de un ojo, deberán realizar terapia de parche durante la infancia para recuperar visión en el ojo operado, o de peor pronóstico.

Fuentes de referencia: Sociedad de Oftalmopediatría (SEDOP) y Sociedad de Oftalmología Pediátrica y Estrabología (SEEOP)